jueves, 27 de agosto de 2009

2° Curso de Litigación Oral en Mar del Plata


El grupo INECIP Mar del Plata invita a una nueva edición del Curso de Litigación Oral, que como el anterior, se dictará en la sede del Colegio de Magistrados y Funcionarios del Departamento Judicial Mar del Plata (Brown esq. Olavarría).
Se trata de un curso práctico destinado a la adquisición, entrenamiento y perfeccionamiento de las destrezas requeridas para la litigación oral en todo tipo de procesos adversariales, sin limitación de fueros.
Las actividades del curso consisten en la simulación de audiencias y juicios orales, análisis e interpretación de fragmentos de juicios reales y guionados y sistematización de los principios en juego que sostienen las prácticas y destrezas que requiere el trabajo del Abogado en un sistema de juicio oral adversarial. A los alumnos se les entrega todo el material y bibliografía complementaria, además de su trabajo en clase.
Temas abordados:
- Introducción a la estrategia procesal
- Teoría del caso
– Examen y contra examen de testigos y peritos
– Objeciones
– Uso de declaraciones previas
– Prueba material
– Alegatos
– Audiencias preliminares

El equipo docente a cargo del curso está integrado por Ariel CIANO, Roberto ERRANDONEA y Guillermo NICORA.
El curso comienza el 8 de septiembre de 2009, y se desarrollará durante ocho martes consecutivos (termina el 27 de octubre de 2009), en el horario de 17 a 20 hs (total: 32 horas cátedra)
El arancel general del curso es de $400, con precios preferenciales para los asociados al Colegio de Magistrados ($350) y estudiantes de Derecho ($300). En todos los casos, el pago puede realizarse en dos cuotas mensuales y consecutivas sin interés, o al contado con el 15% de descuento.
Por la índole del curso (eminentemente práctico) los cupos son limitados, y se entregará certificado a quienes cumplan con el 75% de asistencia. Se recomienda inscripción anticipada, ya que durante el curso anterior el cupo se vio sobrepasado, y se estima que este segundo curso también se completará antes del día de inicio de clases.
Para más información o para inscripción los interesados pueden dirigirse al teléfono (0223) 155 111 999 o por correo electrónico a la dirección inecipmdp@gmail.com

sábado, 22 de agosto de 2009

¿Quosque Tandem?

Leo aquí que acaban de aprobar la creación de cinco Tribunales de Menores en la Capital Federal. Siguen creando órganos judiciales para la Justicia Nacional ¿hasta cuándo van a seguir riéndose de la autonomía de la ciudad, violando la Constitución y engordando más y más ese Pantagruel patético que es la Justicia Nacional?
La imprescindible reforma del espantoso sistema mixto que perpetró el menemato (aplaudido en forma entusiasta por el establishment judicial, dócil como siempre a los gobiernos de turno, cuanto menos republicanos mejor) seguirá durmiendo el sueño de los justos mientras no se produzcan novedades contundentes en el traspaso de competencias judiciales a la ciudad. No tiene sentido introducir un nuevo diseño procesal que siga necesitando pensar en el caso cotidiano de los delitos contra la propiedad, y al mismo tiempo en el delito a gran escala, corrupción, narcotráfico, trata, lavado, etc.
Lo curioso del caso, es que el muy PRO gobierno porteño, enfáticamente empeñado en avanzar hacia la autonomía plena creando su propia policía (que ya está claro se inspirará en el "Fino" modelo de la Federal) parece que se olvidó de reivindicar la autonomía en materia judicial. ¿Será porque pierde los votos de "la Familia"? ¿No era que votan todos en la Primera Sección Electoral de Provincia?
Ay, cuántas preguntas para una mañana de sábado, mejor me voy al súper...

domingo, 5 de abril de 2009

Todos morimos un poco…

Todos los que nos sentimos convocados por la necesidad de darle el último empujón a la dictadura, hemos muerto un poco el 31 de marzo.

Sabíamos que el final estaba ahí, al alcance de la mano. Pero aunque todos sepamos de la inexorabilidad de la muerte, ella siempre golpea.

Raúl Alfonsín me hizo descubrir que frente a una realidad aciaga, vale la pena luchar. Y que esa lucha apasiona. Hace unos cuantos años que abandoné la lucha desde el partidismo político (y no tengo dudas de que algunas decisiones de Alfonsín tuvieron protagonismo en eso). Todavía hoy sigo convencido que la brega partidaria ya no es mi lugar. Pero, gracias a Alfonsín y a esa asignación de sentido a la vida de un pibe de 21 años, todavía hoy lucho por cambiar la realidad, y todavía me apasiono, y todavía vivo pensando que algún día vamos a ganar.

De todo lo que leí en estos días, estos dos textos que siguen son los que mejor expresan lo que yo quisiera decir. Vayan pues como mi homenaje, deliberadamente tardío, y con el debido crédito a sus autores y propietarios intelectuales.

La lucha por Alfonsín

Por Andrés Malamud *

¿Un tribuno de la república o un hombre del pueblo? La muerte de Raúl Alfonsín despertó en la intelectualidad porteña una disputa para adueñarse de su memoria. Anticipando la revalorización popular de su figura, aristócratas y neoperonistas se lanzaron al ágora mediática para reivindicarlo como propio. Pero él no perteneció a ninguno de esos bandos.

La lucha política argentina se estructuró durante décadas alrededor de un eje que enfrentaba a Sarmiento e Yrigoyen con Rosas y Perón. Los primeros promovieron la soberanía popular a través de la educación y las instituciones, los segundos mediante la movilización y la conducción personalizada. Alfonsín nunca escondió su pertenencia al primer campo. Respetaba la representatividad popular del otro, pero se reconocía en la socialdemocracia europea y el pensamiento occidental liberal antes que en el particularismo nacionalista. Tampoco perteneció, por supuesto, al sector marginal pero poderoso de la oligarquía. Luchó toda su vida contra el autoritarismo mesiánico epitomizado por Firmenich y Videla. Se alineaba con el campo popular, y por lo tanto contra los aristócratas de la violencia; pero lo hacía desde una concepción universalista, y por eso nunca fue peronista. A los violentos los consideraba enemigos y los combatía con la ley; a los peronistas, adversarios, y los combatía con el voto y la palabra. Negociaba con todos, porque ésa era su concepción de la democracia: la negociación, por oposición a la eliminación. Gozó de las tres cualidades que Weber exigía en un político: pasión, responsabilidad y mesura. Pasión para entregarse a una causa, responsabilidad para hacerse cargo de las decisiones y de sus consecuencias, mesura para no perder perspectiva. Le faltó suerte y le sobraron enemigos, que hoy parecen no haber existido. Carecía de experiencia ejecutiva cuando asumió la presidencia, lo que empañó su legado administrativo pero no el político. Consolidó una democracia defectuosa, pero Argentina ya no toleraba dictaduras perfectas. Sus derrotas lo acercan al héroe trágico pero no le quitan brillo a su memoria. Después de todo, elecciones populares también jubilaron a fundadores de estados como David Ben Gurion y héroes de guerra como Winston Churchill. Sus triunfos valen más. Hugo Chávez y Evo Morales representan, como representó Perón, intereses legítimos de sectores postergados. Pero no es el de ellos el modelo de país por el que Alfonsín se batió. Estadistas como Olof Palme y Felipe González lo encarnaron mejor. ¿Extranjerizante? El lo veía como un modelo universal que había que adaptar a la Argentina. ¿Ambicioso? Sin ambición no hubiera habido octubre del ’83, juicio a las juntas ni democracia a prueba de radicales y peronistas. ¿Imposible? Desistir es un verbo que él nunca conjugó.

Alfonsín no encarnó al estereotipo argentino: eso lo hizo mejor Menem. En la visión de Oliver Stone, no sería Nixon sino Kennedy: reflejaba mejor las aspiraciones de su pueblo que su realidad. Todavía hoy, quizá para siempre, Alfonsín representa a la Argentina que no consigue volver a ser, que quizá nunca más lo sea. Por eso nos conmueve tanto.

* Universidad de Lisboa.

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Fue histórico

(Por Roberto Gargarella, en http://seminariogargarella.blogspot.com", el 3/4/09)

Los funerales de Alfonsín ya pasaron a la Historia: uno de los hechos más notables de la vida política nacional en el último siglo. Lo ocurrido fue histórico por la magnitud de gente, por el silencio y el respeto, el clima de recogimiento, el amor que se percibía en los rostros, las diferencias de edades y clases sociales mezcladas en la multitud.
Vuelve a sonar una nota que escuchamos y discutimos por aquí, hace no mucho: una comunidad a la que se señala rápida e irresponsablemente como apática, despolitizada, de espaldas a la vida pública, desinteresada, egoísta, preocupada sólo por salvarse a sí misma, aparece, de un momento a otro, movilizada políticamente, emocionalmente, durante días. Miles y miles de sus miembros resistiendo horas, bajo la lluvia y la noche, solamente para decirle adiós a un político que acababa de morir.
Algunos quisieron aprovechar lo ocurrido para, intencionada y maliciosamente, marcar contradicciones en el sentir popular: ayer pidiendo que se vayan todos, hoy devota por un viejo político. Pero no es así. Lo ocurrido es una buena muestra de lo contrario, de que la política importó siempre, y de que lo que se rechaza es su degradación, las uvas amargas frente a las cuales la ciudadanía no está dispuesta a engañarse, y que -con razón- no quiere comer nunca más. Nunca más.
No soy de los que piensan que el pueblo no se equivoca. Claro que se equivoca, sobre todo si -como en la actualidad- las condiciones de la política son las peores posibles: la palabra concentrada en pocas voces, el dinero en manos de pocos, desigualdades crecientes en un marco que deja absolutamente en el desamparo y la intemperie a quien queda fuera. Lo verdaderamente extraordinario es que en ese marco tan penoso, tan duro, tan grave, la ciudadanía siga teniendo la sensibilidad necesaria para distinguir lo profundo de lo superficial, lo sacro de lo profano. Más allá de los errores propios e inducidos, es claro que ninguno de los políticos vivos recibiría en sus funerales, hoy, ni la centésima parte del amor y devoción masivas que ha recibido Alfonsín. El pueblo se equivoca, sí, porque -con intención o por desidia- no se crean las condiciones para favorecer lo contrario. Y aún así, a pesar de ello, la comunidad mantiene tanta claridad para reconocer aquello por lo que todavía vale la pena seguir creyendo.

viernes, 27 de marzo de 2009

Grandes juicios de la historia

La semana pasada lanzamos en clase un desafío: como salió una breve discusión sobre el juicio contra Jesús, propuse que intenten hallar datos sobre ese juicio.

Micaela Freire fue la primera que recogió el guante, y encontró un documental sobre el juicio a Jesús de Nazareth. ¡Felicitaciones, buen trabajo!

Sería fantástico que intenten ver ese documento (que por lo poco que pude espiar, habría sido tomado de una emisión de The History Channel) y –si pueden, comenten aquí aspectos procesales, como por ejemplo quién ejerce la acción, cómo se toma la resolución, si existe defensa, etc.

Y ya que estamos, desde el arcón de la memoria (donde encontré un viejo mail de mi amigo rosarino Víctor Moloeznik, eximio internetómano y gran militante de la reforma), ofrezco aquí el vínculo a un excelente sitio (en inglés) que tiene más de cincuenta páginas sobre otros tantos juicios famosos de la historia, desde Sócrates a OJ Simpson, parando en todas. Si pueden leer en inglés, lo van a disfrutar. Y si no, ya tienen una buena razón para retomar los estudios de idiomas.

(PD para mi querido AB: podés seguir robando estos posts, si no fuese por vos, este blog seguiría en el freezer)

jueves, 19 de marzo de 2009

Cuando hablan los maestros…

Con el debido crédito legal a Página/12, y asumiendo que el autor aprobará el uso del texto con fines didácticos (y si no, seré demandado…), reproduzco a continuación la columna que publicó ayer el eximio maestro Roberto Gargarella. Uno no puede menos que contemplar con admiración lo riguroso del análisis y la calidad comunicativa de esta columna. Disfrútenla, por favor.

Los derechos humanos de los delincuentes

Por Roberto Gargarella *

http://www.pagina12.com.ar/fotos/20090318/subnotas/na16fo02.jpg

Cíclicamente reaparecen los miedos generados por la inseguridad y, con ellos, el discurso público vuelve a inundarse de bravatas altisonantes que, por su repercusión, conviene tomarse en serio. Quisiera concentrarme aquí en algunas de las expresiones que circulan en estos días, vinculadas con la relación aparentemente excluyente o de suma cero que existiría entre la protección de las víctimas y la defensa de los derechos de los delincuentes. La idea aparece en expresiones como la que dice que “en este país mueren inocentes mientras se protegen los derechos humanos de los delincuentes” o “estoy cansado de los derechos humanos de los delincuentes”. ¿Qué se quiere decir con tales expresiones?

Una primera posibilidad sería que tales afirmaciones involucran un juicio descriptivo como el siguiente: “en los hechos, hoy, en la Argentina, se están favoreciendo los derechos humanos de los delincuentes, mientras se descuidan los derechos de las pobres víctimas”. Apenas reflexionamos unos instantes sobre esta idea, sin embargo, se advierte que ella es, más que falsa, groseramente falsa. Resulta demasiado obvio que en nuestro país en la actualidad se violan cada día, y de modo gravísimo, los derechos de los que cometieron (o son acusados de haber cometido) ofensas hacia los demás, muy especialmente si ellos provienen de sectores económicamente desaventajados. Esas violaciones gravísimas incluyen la detención por años de personas a las que no se les ha probado la comisión de delito alguno; la privación de libertad a personas que han cometido delitos menores, y condiciones extremas, brutales, violentas para los que ya están encerrados. Es decir, descriptivamente, lo que la realidad nos muestra, sin ambages, sin ambigüedades, sin margen de duda alguno, es exactamente lo contrario de lo que aquella proposición vendría a sugerir. Si hoy tenemos un problema grave en materia de inseguridad, entonces, sin dudas, ése no es el de que el Estado argentino se está excediendo en la protección de los derechos de los delincuentes.

Una segunda posibilidad sería que al decir “estamos cansados de los derechos humanos de los delincuentes” se esté haciendo referencia a una explicación referida a la imposibilidad material de proteger, al mismo tiempo, los derechos de las víctimas y los derechos de los criminales. Pero esta respuesta también es, fundamentalmente, falsa: en los aspectos más básicos, resulta obvio que se pueden hacer ambas cosas al mismo tiempo. Asegurarles a todos un juicio justo (escuchar a los acusados; asegurar que las pruebas de un juicio no sean inventadas); impedir la tortura; no encerrar a quien no ha sido encontrado culpable de ningún crimen; evitar que se trate a los detenidos como animales es perfectamente compatible con tener un presupuesto adecuado en materia de seguridad, o velar por la recuperación de las víctimas y la restauración de sus derechos. Es decir, no es en absoluto cierto que si queremos cuidar la seguridad de “los buenos ciudadanos” sea necesario, de algún modo, reducir los cuidados básicos hacia delincuentes.

Tercero, la afirmación sobre el “exceso” de respeto hacia los derechos de los delincuentes podría ser normativa, es decir, estar dirigida a afirmar que “debe darse menos protección a los derechos de los delincuentes, porque ellos no se merecen ningún cuidado, dada la gravedad de lo que han hecho”. Ahora bien, si las dos observaciones anteriores eran –en su esencia– fácticamente falsas, ésta es valorativamente inaceptable. Hay cantidad de problemas serios con esta idea. Primero, respetar los derechos de los delincuentes no significa premiar a los criminales ni dejar de reprocharles sus eventuales faltas, sino impedir que se los trate inhumanamente, o que se condene a inocentes porque “necesitamos condenar a alguien”, como muchas veces ocurre. Segundo, los derechos no están reservados para los que se comportan decentemente o los que no cometen faltas (graves), sino para todos, por el solo hecho de ser personas. Tercero, los derechos no son disponibles o removibles de acuerdo al humor de algunos, sino lo contrario de ello: su virtud es, por suerte, la de no estar sujetos a la buena voluntad de nadie.

Finalmente, puede que con la idea de “los derechos humanos de los delincuentes” se esté pensando en que, en nuestro país, algunos o muchos eventuales culpables de crímenes no quedan encerrados. Pero esta idea también es muy pobre. Primero, tenemos una proporción de presos alta y creciente, y no baja. Segundo, si hay gente responsable de crímenes que no es condenada debido a las argucias o trampas de sus abogados, ésa no es responsabilidad de los “derechos humanos”, por lo que conviene no ensuciar el término de ese modo. Tercero, si lo que ocurre es que algunos no quedan detenidos porque no se prueba su culpabilidad, eso no es un “exceso” de respeto de los derechos, sino sólo un acto justo, porque nadie quiere que se encierre a los que no son culpables de delito alguno (¿o sí?). Finalmente, pero esto da para otra discusión, no es cierto –por fortuna– que las únicas respuestas que tenemos a mano frente al crimen son las respuestas extremas, draconianas, que empiezan, como en nuestro país, con la privación de la libertad en condiciones infrahumanas. Es decir, condenar no es ni debe ser igual a “dejar encerrado a alguien”.

Decir lo dicho no implica decir que debemos actuar como si en la sociedad no hubiera delitos, ni comportarnos de modo ingenuo, ni dejar de reprochar con firmeza las faltas que se cometan en nuestra sociedad. Decir lo dicho implica afirmar que, no importa el grado de irritación que tengamos, o la antipatía que nos produzca algún grupo, o los deseos de venganza que nos provoque una situación de injusticia, no tenemos que poner en cuestión el valor de seguir tratando a todos –a todos– con dignidad y respeto. Más importante aún: tenemos que aprender a reconocer que, al respetar los derechos básicos de los criminales no estamos insultando a las víctimas. Como he tratado de mostrar, los cuidados extremos hacia las víctimas del delito de ningún modo, y en ningún sentido, necesitan del maltrato hacia quienes las han ofendido.

* Doctor en Derecho, profesor de Derecho Constitucional (UBA-UTDT).

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Publicado el miércoles 18/3/09

miércoles, 18 de marzo de 2009

Comienza el séptimo curso de Derecho Procesal Penal

Hoy tendremos el gusto de inaugurar el séptimo curso de Derecho Procesal Penal de la cátedra, y con varias novedades.

La primera (y más notable) es la incorporación de Rubén Vázquez como Jefe de Trabajos Prácticos, y de Ana´María Irureta y María Fernanda Parra como Ayudantes. Esperamos en breve agregar sus curricula y fotos (y ojalá sean menos vagos que yo para postear)

La segunda y nada menor novedad, es que mañana jueves 19 inaugura la segunda comisión, en turno matutino. En esta comisión, a causa de la imposiblidad de Claudio y mía de asistir a la Universidad en días de semana en ese horario (superpuesto con nuestras respectivas obligaciones laborales), hemos acordado con la Universidad dictar dos horas el jueves, y cuatro el sábado. Esto nos parece un desafío por demás interesante: dos tercios del curso se van a impartir en modalidad taller (sería ridículo imaginar que los profesores y los alumnos soporten cuatro horas cátedra de clase magistral o padecimiento análogo)

Y ahí viene encadenada la tercera novedad, que es el mayor desafío: el equipo docente de Procesal Penal apuesta muy fuertemente al aprendizaje activo. Queremos que la mayor cantidad posible del tiempo de aula se invierta en trabajar y comprender las ideas básicas, y no en un traspaso unilateral de información inútil para la mayoría.

Bueno, los que asistan a clase, seguramente notarán los cambios. Y los que no, esperen que con las evaluaciones esperamos tener una idea de como nos fue…

Suerte a todos, y ojalá que este año vuelva a ser mejor que los anteriores…

domingo, 8 de marzo de 2009

¿No era que "los medios" son nefastos?

Siempre tuve problemas con la satanización de "los medios" como los verdaderos culpables de todos los males, especialmente cuando hablamos del divorcio entre la sociedad y la justicia, o la sociedad y la academia jurídica.
Bueno, acá tienen un excelente ejemplo para creer que no siempre los medios son perjudiciales.
En este impecable reportaje (¡grande, Ernesto!), Zaffaroni habla de imputabilidad de menores (una excelente vuelta de tuerca a un debate que parecía estancado), la cuestión policial, y ley espía + class action (caso "Halabi"). Imperdible, para coleccionar (son tres partes, están en orden)





jueves, 29 de enero de 2009

En Europa no se consigue (el acusatorio)

Para quienes no quieren creer que Latinoamérica mantiene enormes ventajas sobre Europa Continental en materia de procedimiento penal, viene bien prestar un ojo a cómo discuten hoy en Francia la propuesta de Sarkozy de reforma procesal, que propone entregar la investigación (hoy en manos de jueces de instrucción) al Ministerio Público, e imponer audiencias públicas para decidir sobre la prisión preventiva. Ver aquí la nota de DiarioJudicial.com sobre la cuestión.  
Los dos principales sindicatos de jueces salieron con los tapones de punta, afirmando que la propuesta implica una "regresión democrática", que dejaría las investigaciones penales en manos del Ejecutivo (que designa a los fiscales). Vale aclarar que el proyecto, como es lógico, reserva a los jueces un rol de control imparcial durante la investigación fiscal.
Desde este humilde rincón del planeta se nos hace cuento que estén discutiendo estas cuestiones. La entrega de la investigación al Fiscal (mejor dicho, la conquista de un juez imparcial para esa etapa) ya está totalmente fuera de discusión en Latinoamérica (salvo, claro está, para Jurassic Park I, II y III: la Justicia Federal argentina, Haití y Uruguay). La discusión en audiencias públicas de la prisión preventiva, aunque no está del todo implementada, es una de esas reformas imposibles de soslayar en cualquier proyecto decente, y no hay jurisdicción donde se haya implementado y los resultados no sean positivos (salvo, por supuesto, en algún lugar de la provincia de Buenos Aires donde se han podido formular críticas certeras, aunque intransferibles al resto porque obedecen a defectos locales)
No me atrevo a opinar cuánto de virtuoso tiene seguir importando dogmática penal de Europa. Sí tengo claro que en materia procesal, tendríamos que promover una campaña de colonización cultural inversa. No estaría mal intentar, por ejemplo que los españoles (que tan eficientes han sido en clonar a los alemanes para generar su propia industria de posgrados) empezaran a mandar sus doctorandos a estudiar a Latinoamérica (y conste que no digo a Argentina)
Un ejemplo al paso de esto que estoy diciendo: tengo a medio leer el compendio de Instrucciones Generales dictadas por el Ministerio Público de Guatemala orientadas a regular la aplicación de criterios de oportunidad y salidas alternativas, donde se hace gala de un profundo conocimiento de lo que significa derecho penal de última ratio, reafirmación del conflicto primario, justicia restaurativa, manejo del flujo de causas, etc. No conozco en la Argentina (que solemos creernos lo más de lo más) que ningun Ministerio Público tenga normas así de claras.

sábado, 24 de enero de 2009

Dan ganas de que sea cierto

Este link lleva(en YouTube) al video oficial del juramento y discurso inaugural del presidente Obama. Esta versión tiene subtítulos en inglés o en castellano (se activan con el botón rojo abajo a la derecha), que para ser una traducción automática, es bastante aceptable (mucho más fiel al original que el mal doblaje que hizo la CNN en vivo)
Además de ser una buena pieza oratoria, el discurso tiene párrafos verdaderamente fuertes. Mis preferidos son el que reivindica las garantías constitucionales (que parece estar tomándose en serio, ver el cierre de Guantánamo), y el que dice que gracias al mosaico que es la sociedad americana, el hijo de un hombre que no hubiera sido atendido en un restaurante local menos de 60 años atrás, hoy toma el más sagrado juramento.
Uno es un obstinado optimista, y tiene ganas que este sí sea un cambio positivo para la humanidad. Letra no le falta.

jueves, 15 de enero de 2009

Jurados y defensa: lo técnico, lo académico, lo político

(Respuesta a la respuesta negativa del profesor Corvalán a la iniciativa INECIP en pro del juicio por jurados)

Por Guillermo Nicora

En las últimas horas del año 2008 recibí de la generosidad del profesor Víctor Corvalán un breve pero contundente documento en el que sienta su posición contraria a la iniciativa promovida desde INECIP según la cual el día 16 de marzo del 2009 se presentarán simultáneamente en las 23 provincias del país, en el Estado Federal y en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires sendas excepciones de falta de jurisdicción con el objeto de reclamar en cada caso concreto que el juicio público se efectúe bajo la dirección de un juez profesional y 12 jurados legos de acuerdo al modelo de jurado clásico anglosajón.
Aún sabiendo de la firme convicción (y acción) juradista del distinguido colega rosarino, no podría decir que me sorprendió su negativa: bien conocida es su aún más firme vocación polemista, en el mejor de los sentidos: el profesor Corvalán tiene la capacidad de mostrar el lado menos obvio de los temas, y siempre está dispuesto a proponer una mirada alternativa hasta donde parece más difícil disentir. En lo personal (y sé que muchos lo sienten así), siempre agradezco este ejercicio continuo del pensamiento crítico, aunque, como es lógico, no siempre comparta sus posiciones. Esta es una de esas ocasiones, y procuraré refutar algunas de las razones que nos ofrece Corvalán para no adherir a la iniciativa.

¿La inobservancia de la Constitución genera derechos adquiridos?
Dice bien el documento que Corvalán ha tenido la dedicación de escribir (seguramente con las últimas energías de un año intenso) que
Tengo claro que como defensor penal, debo cumplir con una estrategia que sea lo mejor para mi cliente y ello debo hacerlo, sin responder a planes que pretenden cambios de políticas judiciales. De lo contrario subordino mi práctica profesional a mis intereses ideológicos que si bien defiendo en la academia, por excelentes que ellos sean, nada tienen que ver con la defensa de mi cliente. Dicho de otro modo, el ejercicio profesional que cumplo, no puede someterse al cumplimiento de objetivos diseñados por instituciones con objetivos científicos, que pretenden cambios de las políticas estatales.

Esto es, sin dudas, atar el carro donde se debe, detrás del caballo, y coincido en que un defensor que sacrifique el derecho de su cliente a la mejor defensa, es un mal defensor cualquiera sea el altar del sacrificio. Pero no creo que sea éste el caso. El propio Corvalán reconoce explícitamente el derecho constitucional que tiene todo acusado a ser juzgado por sus pares. La increíble mora de un siglo y medio en hacer efectivo este derecho, no debe llevar a creer que el juzgamiento por jueces a sueldo del gobierno (como gustaba decir Carrara) resulte más conveniente en ningún caso. Salvo, claro, cuando uno confía en que la común pertenencia de juez y acusado al estrato social de los favorecidos provoque un hermanamiento o identificación que favorezca indebidamente a éstos.
Creo que es ése y no otro el contexto que torna favorable al acusado esta violación constitucional. Me parece, entonces, que bien harán los defensores de los escasos acusados poderosos en no plantear en esos casos la excepción. No estoy tan seguro que sea ésta una opción éticamente apropiada: llevando este razonamiento al extremo, también sería posible asegurar la absolución de nuestro cliente impidiendo mediante un engaño (o matándolos, para ser drásticos) que los testigos de cargo lleguen al Tribunal el día del juicio, pero todos sabemos que el violar la ley no integra el deber del abogado para su cliente. Optar por un juez profesional cuando correspondería un jurado equivale a aprovecharse de la falta de imparcialidad del juzgador. Y es, a mi juicio, éticamente reprochable, quizás hasta trasponer los límites del mandato legal del defensor. Sólo la inveterada costumbre de aceptar mansamente los veredictos dictados por jueces profesionales torna natural esta claudicación.
Pero quiero superar este primer escollo que propone Corvalán para adentrarme en el rechazo a dos argumentos que rechazo especialmente: el paternalismo del defensor y la supuesta neutralidad académica.

¿Quién debe decidir las estrategias defensistas?
Dice mi colega en su crítica:
…dudo que un tema tan polémico y técnico como el que se plantea, pueda llegar a ser entendido cabalmente por quien carece de conocimientos jurídicos (el cliente) y por lo tanto seguramente se subordinará a lo que decida su abogado.

No hay dudas de que el elevado tecnicismo de algunas cuestiones jurídicas escapa al entendimiento medio de los legos, pero para eso los defensores son Abogados. No creo que el mismo obstáculo se le presente a Corvalán (sin duda, un muy eficiente defensor) cuando utiliza a favor de sus clientes los alambicados argumentos de la dogmática penal. Ni siquiera su innegable competencia como docente debe alcanzar para hacer entender a los acusados (en su mayoría legos) el significado de los más complejos avances de la Teoría del Delito, que tanto cuesta enseñar en las aulas. Y eso no lo priva de usar la herramienta, cada vez que ese uso procura una mejor defensa.
Es que justamente, la relación entre el acusado y su defensor técnico se basa en que aquél deposita en este su confianza, especialmente en la dilucidación de las cuestiones técnicas que no es fácil comprender. Cuando se trate de optar entre dos caminos jurídicamente posibles, siempre es parte del deber del técnico brindar al titular del interés toda la información necesaria para que sea éste quien decida (el consentimiento informado, que es habitual mencionarlo sólo en el ámbito de la praxis médica, cuando en verdad corresponde a cualquier relación basada en el mayor conocimiento técnico de uno de los contratantes). Y sin duda, ningún defensor (cualquiera sea su grado de compromiso con INECIP o con el juradismo) planteará esa excepción sin previo consentimiento informado de su pupilo, sin faltar a la ética y a sus deberes legales.
El problema que plantea Corvalán en este punto puede invertirse: ¿es legítimo que el abogado defensor consienta la integración del tribunal (como se hace de rutina) sin asesorar a su cliente sobre el derecho que tiene a ser juzgado por sus pares? Creo que la iniciativa de INECIP, en este marco, toma su verdadera dimensión cívica.
No creo, por otro lado, que sea demasiado difícil hacerle entender al menos ilustrado de los imputados que él tiene derecho a que lo juzguen personas comunes, del pueblo, y no una élite de universitarios que por lo general no conocen la situación vivencial de los marginales si no es desde la visión profesional. Que para decidir si es cierto o no lo que se dice acontecido, tiene derecho a que las personas empleen el sentido común, juzguen en base a lo visto y oído en la audiencia del juicio y no a través de teorías creadas en las universidades europeas, y discutan su decisión en el lenguaje llano del hombre de a pie en lugar de la hermética jerga de los tribunales.
Y una última cuestión sobre este tema: es comprobable la existencia de casos en que la ciencia jurídica ofrece razones para resolver que aparecen contrapuestos al sentido común. En esos casos (que son muchos sólo en las aulas, en la vida cotidiana de nuestros tribunales penales, son verdaderas rarezas), el veredicto de un jurado no coincidiría con el de un juez técnico. Dos son las razones para descartar este argumento como obstáculo al jurado: por una parte, no estoy tan seguro de que siempre y en todos los casos las construcciones científicas reduzcan el uso del poder penal; por la otra, siempre habrá posibilidades de plantear ante el tribunal técnico del recurso contra la condena, un argumento que demuestre de qué modo el veredicto viola la Constitución o las leyes.

El karma de la neutralidad de la ciencia.
Ya hacia el final del documento, Corvalán propone una preocupación que definitivamente no puedo compartir:
Estoy persuadido que este programa le hará mal al propio INECIP ya que desnaturalizará sus funciones de investigación científica y de divulgación académica, convirtiéndolo en un órgano con objetivos de cambios políticos, que le incumben a otro tipo de organización, fundamentalmente a los partidos políticos. El INECIP tiene una importante trayectoria en el ámbito de la cultura jurídica y no puede en aras a conseguir que se produzca un cambio en la legislación, provocar una concertada actividad de abogados dispuestos a señalar al mismo tiempo que sus clientes tienen derecho a ser juzgados por sus pares.

Vamos por partes: en primer lugar, INECIP tiene el lugar que alude Corvalán en el ámbito de la cultura jurídica, justamente porque siempre apostó a la articulación entre el discurso y la acción, “la reflexión crítica y la práctica decidida”, en palabras de su presidente, David Baigún. En este documento Baigún define a INECIP como
… una organización dinámica, preocupada por el fortalecimiento del sistema de garantías propio de un Estado de Derecho, dedicada a acompañar los procesos de transformación judicial ligados a la transición democrática y promotora, al mismo tiempo, de una perspectiva científica rigurosa y comprometida con la defensa de los derechos fundamentales de las personas (…) Creo firmemente que, en este período, hemos hallado el rumbo preciso y hemos logrado aunar, en una propuesta creativa, la herencia intelectual que nos legó Jiménez de Asúa, el compromiso de muchos juristas que lucharon por una sociedad distinta, y la eficiencia, la seriedad y el dinamismo que reclaman las sociedades modernas.

Es decir, la acción política (entendiendo como tal, la incidencia efectiva sobre la realidad) no es un mero “efecto colateral” de la reflexión científica, sino al contrario, un objetivo preponderante de INECIP. La excelencia académica y el rigor científico son condiciones para la acción que procura una sociedad más justa; están puestos al servicio de la acción, y no son fines en sí mismos.
En otro orden de ideas, la falta de neutralidad del derecho aparece como un dato de la realidad. Así lo expone Binder, quien luego de señalar que la ilusión de instituir un derecho igualitario para regular situaciones desiguales termina ocultando la lucha de intereses dice:
Los abogados, en consecuencia, manejan una de las más eficaces máscaras del interés en la vida moderna que consiste en ocultarlo mediante formas jurídicas neutrales, en la formulación de leyes y reglamentos o de decisiones judiciales. El uso de ficciones tales como la “sociedad”, el “orden” o valores inasibles como la paz social, la justicia, la “moral” o el uso equívoco del vocablo “el derecho” como expresión de un valor, son todas manifestaciones concretas del fraseo de la neutralidad, que potencia los intereses sectoriales y, al encubrirlos, los protege. (…) Esa función enmascaradora del derecho ha sido asumida con claridad –y a veces con pasión– por los sectores académicos y docentes del campo jurídico y ha impregnado la totalidad de la cultura jurídica, que al reproducir la neutralidad logra convivir sin trauma con la aplicación selectiva evidente. El derecho se permite así ocupar un lugar central en la vida social como ordenador de los intereses e incluso como pacificador de las disputas y conflictos, cuando en realidad realiza un complejo trabajo de desplazamiento y ocultamiento de muchos de esos intereses. Sistemas judiciales que se piensan a sí mismos como neutros constructores de la verdad del caso (la búsqueda de la verdad material, histórica, por ejemplo) y no como ámbitos institucionalizados de disputas pacíficas de intereses, ayudan a fortalecer esta falsa neutralidad del derecho como ordenador de la vida social. (BINDER, Alberto, “La cultura jurídica, entre la tradición y la innovación”, en Política Criminal Bonaerense, N° 2. Buenos Aires, INECIP-Lajouanne, 2007)

Así como no lo es el derecho, la ciencia –genéricamente considerada- tampoco es neutral. Cuando un científico pone un preparado bajo el microscopio, ha debido recortar la realidad, y en ese recorte se deben tomar decisiones sobre qué mirar y qué ignorar. La epistemología hoy habla de los contextos en que se producen los descubrimientos, y propone estudiar la historia vital y el pensamiento de los científicos, para comprender el sesgo de toda proposición científica.
Cuánto más es esto aplicable a las ciencias sociales, y especialmente, al Derecho, que si merece llamarse ciencia, será porque estudia los modos en que los hombres ponen límites (o alas) al poder. Ni INECIP, ni ninguna otra entidad científica vinculada al derecho penal, puede ignorar que cada descubrimiento, cada publicación, cada acción, o bien incide sobre la realidad social, o bien ha sido un esfuerzo inútil. Sucede que algunas organizaciones disimulan u ocultan sus objetivos políticos, y otras (y esto creo que es peor, y le sucede nada menos que a muchas universidades estatales) directamente no discuten en forma abierta y democrática hacia dónde van y qué persiguen, con lo que quedan a merced de las intenciones de los grupos de poder que predominan en ellas.

Conclusión.
Entiendo que es parte de las obligaciones éticas del defensor el informar claramente a sus asistidos del derecho constitucional a ser juzgado por sus pares y no por jueces profesionales, que además, el Jurado es el tribunal impuesto por la Constitución, y que las falencias estatales en su regulación no deben asumirse como una situación inmodificable. Creo además que es el imputado asesorado y no el Abogado quien debe decidir qué conviene más a su defensa. Si bien es cierto que –como propone Corvalán- ningún defensor debe interponer la excepción sin consentimiento de su pupilo, esta regla rige para todos los actos de la defensa.
Por otro lado, afirmo que la promoción de acciones concretas para modificar el modo de juzgar a las personas, es una parte esencial del trabajo de todos los que nos decimos estudiosos del derecho penal, y que las elegantes discusiones de los salones académicos serían pura tilinguería si ignoraran en forma deliberada y militante la realidad.
En resumen, creo que las objeciones de mi querido amigo y distinguido colega no bastan para oponerse a la iniciativa. Ojalá sigamos discutiendo, ya que (y lo cito textualmente) “No puedo negar la posibilidad de estar equivocado y estarían a tiempo para hacerme cambiar”.
Mar del Plata, verano de 2009